lunes, 3 de noviembre de 2008

La verdadera historia del Viejo Vizcacha. Parte 3. Parágrafo 2. El Código V.V.

(Nunca olvide de leer lo anterior para no perder el hilo)


El próximo salto se produce al conectar este incipiente avance con la fina estampa de Borges, el primero en ponernos al tanto de la fehaciente dimensión espacio-temporal. Muchos se anoticiarán en estas líneas que (aparte de quedar aún en el tintero la tarea de proceder a su desmitificación*) su nombre no es más que un anagrama, y tras él se avizoran las máximas que aún nos empeñamos en desconocer. A los lectores improvisados les comunico que un anagrama es la palabra o frase resultante de una transposición de las letras de otra palabra o frase distinta. Un ejemplo sencillo: tras una simple modificación, logramos AZAR desde RAZA. Pues bien, Jorge Luis Borges: troquemos las letras y obtendremos por un lado el par libros-juegos, y en otro intento nos quedamos con jesús-griego. Se pretenderá perspicacia al hacernos notar que hay letras que no han sido empleadas. Pero con Borges las cosas no son sencillas, siempre hay que poner un poco más de esfuerzo. Por supuesto, el lenguaje, lo decía el inusitado pensador, no puede todo decirlo, deja tras sí un resto. Nos quedamos en la primer operación con R-G-E, y en la segunda con B-R-O-L, que no son otras que las iniciales de las siete verdades nunca jamás descubiertas, y que animan a cualquier espíritu más aventurero que curioso a ir tras ellas. En estas modestas reflexiones nos detendremos aquí, pero invitamos a quien se atreva a embarcarse al menos a desentrañar las relaciones que existen entre los pares anteriormente mencionados. Les aseguro que si bien ardua es la tarea, no será sin recompensa. ¡Qué fácil le resultaría a los espíritus pusilánimes conformarse con grises-brujo-lego (utilizando el total de los signos) y así, sorteando fastidiosas dificultades, logren mantenerse en una lógica tan cómoda como infructuosa!
Más fácil resulta descubrir en Alejandro Dolina la figura del “ladino”[1] si nos remitimos simplemente al apellido, pero tomando su nombre completo pesquisamos la melancolía de quien franquea etapas en la sencillez de “dejando al orinal", e incluso no podemos menos que sorprendernos con “alojando dineral”, y así nos informamos que el sujeto en cuestión estaría amasando una fortuna. Un poco más arriesgada es la conjetura de circunscribir Sigmund Freud a la frase angloespañola “find (en inglés, encontrar) mugres” propuesta por quienes menoscaban al padre del psicoanálisis tanto como a la seriedad científica, ya que no es más que una visión despectiva y a la ligera que procura equiparar la exploración del inconsciente con la actividad de encontrar basura[2]. Hipótesis que cae por tierra menos por ceñir al psicoanálisis dentro de los cánones científicos que por atenerse al verdadero nombre del controvertido vienés: Schiomo Sigismund Freud. A propósito, recordemos que en el caso prínceps de neurosis obsesiva, «el Hombre de las Ratas», Freud, un pionero en desentrañar anagramas, descompone la fórmula conjuratoria “Glejisamen”, que debía proteger a la bienamada del paciente, en Gisela y Samen (semen), donde la fusión de las letras realiza lo que estaba evitando[3].
Continuará...

*Según la R.A.E.:. Desmitificar: tr. Disminuir o privar de atributos míticos u otros semejantes. Según yo: tarea ardua y a menudo imposible, improbable o mítica.
[1] Ladino, según el diccionario de la R.A.E., significa “que habla con facilidad una o varias lenguas además de la propia”, pero también “astuto, taimado” y la acepción no menos significativa “dícese del negro africano civilizado y experto”.
[2] Ver a tal efecto “Cuando la impostura se afana por esconderse bajo el ropaje de la ciencia”, artículo anónimo publicado en el suplemento de Cultura del Diario La voz del Interior, ciudad de Córdoba, el día 25 de Marzo de 2003. No descartamos un talante tendencioso en el escrito.
[3] FREUD, S.(1909) “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, Cap.: Sobre la teoría. Algunos caracteres generales de la neurosis obsesiva. Citamos el párrafo en cuestión: “Otra vez (el paciente) habló de su principal palabra ensalmadora, que, para defenderla contra toda asechanza, había compuesto a partir de las letras iniciales de las más salutíferas plegarias, proveyéndola de un «amen» como apéndice. No puedo transcribir aquí la palabra misma, por razones que enseguida se sabrán. En efecto, cuando me enteré de ella, no pude menos que notar que era más bien un anagrama del nombre de su admirada dama; este nombre contenía una «S» que él había puesto al final, e inmediatamente antes del «amen» añadido. Por ende, tendríamos derecho a decir que él había... juntado su semen {Samen, en alemán} con la amada, o sea, se había masturbado con su persona en la representación”.

2 comentarios:

Andrea dijo...

Che, no será hora de largar un libro?
Salud

Gastón dijo...

"La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas" dijo Sigmund...
Yo te digo gracias, andreievna, lo tomo como un excelente chiste...o crítica

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