"Tensión social hay porque no hay guita, esa es la cuestión number one. El otro día estuve acá en la Plaza, en la Marcha de la Resistencia. Estuve con Hebe de Bonafini. Pero era ridícula esa marcha, vos veías a las madres, sombrías, austeras, tristes y después había todo esos boludos del MAS y de no se que carajo con los bombos, fumando porros, tomando vino, o sea que estaban de joda. Me hicieron una entrevista para el diario de las Madres. A mi lo de las Madres me parece bien. Al final ese Astiz todavía anda suelto y encima lo quieren ascender. ¡Ese tipo tiene que estar en la carcel de por vida!"
Luca George Prodan (Roma, Italia, 17 de mayo de 1953 - Buenos Aires, Argentina, 22 de diciembre de 1987)
La noche cae en pueblo insecto. Estoy sentado aquí pegado al tubo encendido. Pesado, el aburrimiento, fluye disminuyendo la velocidad. Estoy llorando por algo que podía usar. Somos trabajadores hormigas, u hormigas con alas, diciendo "Dios es grande" o "Cristo, estoy llegando tarde". Preguntando a niñas y mujeres "no nos muestran el camino ¿Para arrugar hojas y cosas indecentes? Pero es triste, tan triste. Los viejos nunca quieren terminar mal (no de esta manera, de todos modos) Y es triste, triste, triste. La tristeza de una estrella muerta desde hace tiempo sobre la TV de trasnoche. La tristeza de disparar tu florecimiento. Y de hombres arrugados, viejos en sus trajes de jornada laboral. Y teléfonos que suenan en habitaciones vacías. Todos las aves han volado del centro. Y una familia está desarrollando un arca. Ha estado lloviendo mucho tiempo, firmemente. Y los titulares del periódico leídos completamente. Pero es triste, tan triste. Los viejos nunca quieren terminar mal (no de esta manera, de todos modos) Y es triste, triste, triste. La tristeza de una estrella muerta desde hace tiempo sobre la TV de trasnoche. La tristeza de disparar tu florecimiento. Y de hombres arrugados viejos en sus trajes de jornada laboral. Y teléfonos que suenan en habitaciones vacías.
Ska, Ska,.... gente de Babilonia, si quieren estar equivocados tienen que ser fuertes. Si no se irán abajo, abajo abajo. Pueden morder la mano del que les da de comer, escupir a ésos que lo necesitan, pero cuando sean viejos, quién va a alimentarlos ¿Cuando estén por su cuenta? Escucho a mis hermanos negros todos los días decir cómo han sido maltratados de tantas maneras. Bien, ¿y nosotros Rasta? Algunos de nosotros fuimos tratado del mismo modo. Miro y todo lo que veo es basura blanca en Babilonia, basura blanca en London, basura blanca aquí en la ciudad de Buenos Aires
Ska, Ska.... gente de Argentina comen su carne todos los días. Y se visten tan bien. Qué hay de sus hermanos en África, moribundos, hambrientos ¿Constantemente? Bien, pueden morder la mano.... Miro y todo que veo lo es basura blanca en Birmingham, basura blanca en Twinckenham Basura blanca donde vivo en Hurlingham.


La Plata. Calle 64 entre 23 y 24.

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Voy a hilvanar algunas ideas sobre ustedes, féminas fascinantes, exquisito manjar de este mundo. Puede que les caigan para donde la espalda pierde su santo nombre, pero estoy seguro que no les costará identificarse con lo que digo. Ustedes pueden ocupar el papel de víctima o de desdichada insatisfecha, de eterna incomprendida o de pobre puta que sólo soporta el goce ajeno. Acercarse a una dama es siempre acercarse a su miedo. Miedo que la angustia, y que para atenuarlo sostendrá sin desmayo el lugar de la insatisfacción. En una suerte de desprecio militante, en el que todos tendríamos que ser mejores personas a vuestro gusto y placer, se deja ver un temor. Seguro que no se trata de algo sabido, pero ¿cuál podría ser el peligro? ¿A qué le tienen miedo? Creen que si la satisfacción les fuese posible, si les fuera posible gozar, completa y absolutamente, ese goce mataría o volvería loco. Y da lo mismo si ese goce es incestuoso, orgiástico o es alcanzado a fuerza de opulentas ravioladas. Por tanto intentan evitar, alejar, rodear, cualquier posibilidad de acercamiento a esa satisfacción que alucinan. Y así, cualquier intercambio con el otro las conduce irremediablemente a la insatisfacción, porque el otro es a veces poderoso, a veces débil. Excede las expectativas o no las colma, pero siempre las decepciona. Claramente se las arreglan muy bien en descubrir los puntos en que los que las rodeamos somos fuertes. Descubren y reconocen la fuerza del otro, y explotan y abusan de esa fuerza para humillarlo. De ese modo reinan en su impotencia, que las conmueve, pero para la que no tienen remedio. Y así, se trate de su potencia o de su falla, acuden siempre a la cita de la insatisfacción. Y en ese reencuentro renovado cada lugar que eligen, es un lugar de desprecio. Si se trata de poder, el excesivo poder del otro les resulta humillante, y por eso es despreciable. Y si es el punto donde detectan su caída... cualquier ídolo, si quieres, tiene los pies de barro. Es en ese movimiento de atracción y decepción donde esconden las huellas del deseo. Sus sensaciones, abiertas al exterior, se extienden, tocan y se van, excitan y se retiran, y es de esa pasión que despiertan en los otros que se alimentan, a la vez que se alejan del camino del deseo. Peldaño en el que los pies no avanzan, las manos tocan y no sienten, el cuerpo calla o grita, hablando sin parar pero sin atreverse a escuchar. Porque escuchar sería permitir ser dicha por otro. Escuchar sería no dar por buena la mascarada e ir más allá, permitir el viraje en el discurso que diera como resultado una mujer. Pero cuidado, una verdadera mujer es aquella que puede ponerse en relación a su deseo sin explicarlo todo desde el otro. No es cuestión de constatar si uno es el adecuado o no. Una mujer puede desear sin echarle el fardo al otro, sea quien sea el que se ponga como causa. Virando, poniéndote en relación a tu propio deseo, es que podrás salir de la eterna trampa del deseo de un deseo insatisfecho. Pero recuerden que el deseo no se satisface. Se realiza. Sé que, inevitablemente, al menos en algo se han sentido identificadas. Pero eso no es lo que buscaba. Lo que pretendo es que se atrevan a producir ese viraje y se acerquen a nosotros como verdaderas mujeres, aceptándonos la eterna invitación a cenar. Yo propongo ravioles.









